EDETA

miércoles, 1 de junio de 2011

El GATOPARDO:LA UNIFICACIÓN ITALIANA

  • Forjadores de la Unificacion italiana



Protagonistas de la Unificación Italiana.

Los forjadores de la union italianan fueron : el rey de Cerdeña, Victor Manuel II de Saboya, su ministro, el eminente patriota Camilo Cavour, y Giuseppe Garibaldi, valeroso y desinteresado patriota liberal. Desempeñaron tambien importantinsimo papel, en la etapa inicial de este movimiento, el rey Carlos alberto de Cerdeña, padre de Victor Manuel de Saboya, asi como Jose Mazzini, combativo politico liberal que trabajo con singular interes por conseguir la Unificacion de Italia.

  • Etapas de la Unificacion Italiana





Distinguimos las siguientes etapas en la unificacion Italiana:


1.Guerra contra Austria e incorporacion de Lombardia.

2.Anexion de los Estados de Parma , Modena y Toscana

3.Revolucion de las Dos Sicilias

4.Incorporacion de Venecia

5.Incorporacion de los Etados Pontificios "Roma" y culminacion de la unificacion Italiana
 
 
 
 
 
 
 
  • Caracteristicas de la Unificacion Italiana.- La unificacion italiana, presenta las siguientes caracteristicas:




A.) Que fue la cristalizacion de un anhelo nacionalista, hondamente acariciado por los pueblos de Italia.

B.) Que se realizo en forma libre, espontanea y por propia iniciativa y voluntad de dichos pueblos.

C.) Quye la unidad Italiana se hizo sin lesionar a nacion extranjera alguna y sin servirse de la fuerza ni de guerras de agresion.".



Fuente:

Dr. Antonio Guevara Espinoza, Edad contemporanea, pag 105-109

jueves, 26 de mayo de 2011

EL GATOPARDO: ITALIA ANTES DE LA UNIFICACIÓN

Estados Italianos antes de la unificación
Los pueblos de Italia, desde la desaparicion del Imperio Romano (fines de la Edad Antigua y comienzo de la Edad Media), no habían logrado unificarse formando un solo Estado, sino que hallanbanse fraccionados, integrando algunos Reinos y otros estados autonomos. Por el    Tratado de Viena de 1815.


 Italia quedo dividida en siete Estados independientes, a pesar de pertenecer todos ellos a una misma raza, profesar el mismo credo y tener, ademas, el mismo pasado historico. Pero es en la segunda mitad del siglo XIX, que el anhelo nacionalista y de unificacion que agito Europa, mostrose tambien vigoroso en Italia. fue asi como los estados italianos, despues de vencer no pocas dificultades, y gracias a la labor sacrificada y heroica de muchos de sus patriotas, consiguieron unificarse formando, asi, una sola nacion, un solo Estado, este fue el Reino de Italia.


Los estados italianos , antes de la unificacion, fueron los siguientes:


Escena de la película " El Gatopardo"

a). El reino de Cerdeña( Cerdeña y Piamonte)

b). El reino de las Dos Sicilias

c). Los Estados de la Iglesia

d). El reino de Lombardia-Venecia

e). Los Ducados de Parma, Modena y Toscana.


miércoles, 25 de mayo de 2011

CONTEXTO HISTÓRICO DEL GATOPARDO

Garibaldi.
El Gatopardo’ está ambientada en 1860, momento en el que se produjo el desembarco de Garibaldi en Sicilia y se llevaba a cabo la reunificación de Italia. La historia principal gira en torno a don Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina, y a su familia, perteneciente a una aristocracia en declive ante el auge de la burguesía

lunes, 16 de mayo de 2011

EL GATOPARDISMO

Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi", esta conocidísima frase simboliza la capacidad de los sicilianos para adaptarse a lo largo de la historia a los distintos pueblos que han gobernado esta hermosa isla, pero también la intención de la aristocracia de aceptar la revolución para poder perpetuarse. El "gatopardismo" o lo "lampedusiano" es en ciencias políticas el "cambiar todo para que nada cambie", paradoja expuesta en la novela "El gatopardo", del escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957). La cita original expresa la siguiente contradicción aparente:

"Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie".

"¿Y ahora qué sucederá? ¡Bah! Tratativas pespunteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado".

"…una de esas batallas que se libran para que todo siga como está".



Desde entonces, en ciencias políticas se suele llamar "gatopardista" o "lampedusiano" al político, reformista o revolucionario que cede o reforma una parte de las estructuras para conservar el todo sin que nada cambie realmente.


Surgió entonces ese concepto: gatopardismo. Era la lucidez que tenía una clase social para mantener, conservar sus valores dentro de los cambios revolucionarios. Don Fabrizio Salina era un aristócrata y su problema (aquello que venía a cuestionar en totalidad su mundo) era la burguesía. En los sesenta era casi inevitable (dentro de las filosofías de la historia, es decir, dentro de aquellas visiones progresistas, evolucionistas de la historia) que se reemplazara a la aristocracia por la burguesía y se viera en todo burgués conciliador a un personaje que deseaba “contener la marcha de la historia”. Que se viera en todo reformista a un reflejo burgués del príncipe Salina. De este modo, todo reformista, todo conciliador, todo burgués bien intencionado era un perverso gatopardista. Un tipo casi peor que los peores reaccionarios, ya que era un taimado, un ladino, alguien que no iba de frente, alguien que no quería cambiar el mundo por motivos revolucionarios sino que meramente aceptaba y propiciaba ciertos cambios para que todo siguiera igual.

Evita, Cmpora y Perón.

Esta versión, insisto, se basaba en una interpretación de la historia como progreso constante y era patrimonio de la izquierda, a la cual le es constitutiva la idea de progreso. (O le ha sido, ya que está en revisión y muy maltrecha.) Pero así como la burguesía había superado a la aristocracia (lo que permitía el gatopardismo del príncipe Salina), el proletariado superaría a la burguesía, lo que explicaba el pérfido gatopardismo de tantos burgueses que se disfrazaban de transformadores. Duro con ellos, no había que creerles: eran gatopardistas. No querían el verdadero cambio, el cambio revolucionario. Querían cambiar algo para que nada cambiara, como el sagaz príncipe de Salina. (Esta interpretación, entre nosotros, se le aplicó sobre todo al Perón del ‘46-’52 y a sus reformas sociales y políticas, las que impulsó junto a Evita. Perón era un “burgués lúcido”. Un gatopardista. Si él no hubiera aparecido, la burguesía no habría podido lograr el “control social” que logró sobre los migrantes internos, sobre el nuevo proletariado industrial de los cuarenta. Así, Perón fue un populista manipulador que incorporó al proletariado al proyecto de la burguesía, controlando sus verdaderos proyectos revolucionarios. En suma, Perón habría frenado la revolución proletaria en la Argentina.)

El error radicaba siempre en el mismo punto: la visión lineal de la historia, la visión evolucionista, progresiva. Que la burguesía reemplazara a la aristocracia había sido un proceso necesario, tal como lo era que el proletariado, ahora, reemplazara a la burguesía. Pero no. Perón no había frenado nada. No existía una fuerza subterránea, identificada con el sentido de la historia y con el proletariado como clase social privilegiada, destinada a hacer la revolución en la Argentina. Existía una incipiente burguesía nacional, ligada a la supresión de importaciones, que encontró en ese coronel populista su vehiculización política. Dentro de ese proyecto el proletariado urbano encontró mejoras largamente postergadas a las que adhirió con fervor. Nada de esto respondía a un secreto sentido de la historia. Perón no estaba frenando a una clase obrera dialécticamente destinada a tomar el poder. Sólo conducía una exitosa coalición entre industriales, sindicalistas y nuevos obreros urbanos. Sólo conducía eso que fue el primer peronismo y que hoy –por medio de Duhalde y sus intentos de venderlo como posible y retornante– es apenas un gesto electoralista.



¿A dónde conduce todo esto? ¿Qué conceptos para la acción política o para la intelección de nuestro presente podemos extraer de aquí? Simplemente: se murió el gatopardismo. Ha muerto esa concepción de la historia según la cual unas clases sociales sucedían necesariamente a otras, superándolas. ¿Qué sería, hoy, un gatopardista? ¿Qué hombre del poder podría estar preocupado por el avance de una clase social destinada a reemplazar a la que él pertenece? Ya no hay reemplazo, ya no hay progreso histórico. Tony Blair (quien, pongamos, podría ser considerado un “burgués lúcido”) no es un “burgués gatopardista”. No hace lo que hace para frenar el incontenible acceso al poder de una clase social antagónica a la que él representa. Es, en todo caso, un “burgués caritativo”. O un tipo que advierte que el mercado es demasiado cruel, que deja demasiada gente afuera y que a ningún sistema social le conviene tener tantos excluidos, tantos desesperados. Para que exista el gatopardismo tiene que existir una clase social de reemplazo, que intente superar a la hegemónica, una clase social a la que el gatopardista intente controlar por medio de concesiones. Hoy, esa clase social no existe. La historia está en manos de los dueños del mercado, que se dividen entre halcones y palomas. Los pobres, los marginados, dependen de la bondad de las palomas. Dependen, como Blanche Du Bois, de “la bondad de los extraños”.

 http://www.elespectador.com/columna-241286-invierno-y-gatopardismo

http://rediu.org/MANAN.O.pdf

viernes, 13 de mayo de 2011

El GATOPARDO I : Giuseppe Tomasi di Lampedusa

Biografía de Giuseppe Tomasi di Lampedusa





Giuseppe Tomasi di Lampedusa.
 
Nace el 23 de diciembre de 1896 en Palermo, en la aristocrática familia de los Príncipes de Lampedusa, Duques de Palma y Montechiaro. En abril de 1915 se inscribe en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Roma, pero en noviembre del mismo año es llamado a las armas. Participa en la primera guerra mundial, cae prisionero en noviembre de 1917 y no regresa a su país hasta doce meses más tarde, tras huir del campo de reclusión. Retirado del ejército con el grado de teniente, vuelve a Palermo en 1920. En el curso de la década siguiente realiza numerosos viajes por Italia y el extranjero, solo o -más a menudo- acompañado de su madre. Durante uno de ellos, en 1925, conoce en la embajada italiana de Londres a la baronesa letona Licy Wolff Stomersee, psicoanalista y muy culta, con quien se desposará siete años más tarde en una iglesia ortodoxa de Riga. Combate también en la segunda guerra mundial y ve con dolor la casa solariega destruida por los bombardeos. Tras numerosas vicisitudes, se traslada con su esposa a una vivienda de la calle Butera, en Palermo. En los años 50 hace amistad con algunos frecuentadores de la casa del barón Sgadari di Lo Monaco: Francesco Agnello, Francesco Orlando, Antonio Pasqualino y, en especial, Gioacchino Lanza Tomasi.

A finales del 54 comienza a escribir El Gatopardo. En junio del año siguiente interrumpe esta novela para comenzar el relato Recuerdos de infancia, y la reanuda en el mes de noviembre. Más tarde escribe La alegría y la ley, La sirena y el primer capítulo de su nueva novela Los gatitos ciegos, pero en abril de 1957 se le diagnostica un carcinoma en el pulmón derecho que lo llevaría a la muerte el 23 de julio del mismo año. El cadáver recibe sepultura el día 28, en la tumba familiar ubicada en el cementerio de los Capuchinos. Rechazado por la editorial Mondadori, El Gatopardo fue publicado en 1958 por Feltrinelli merced a las diligencias de Giorgio Bassani. Obtuvo un enorme éxito y ganó el Premio Strega en 1959.


miércoles, 11 de mayo de 2011

EL SIGLO XVII : CONTEXTO HISTÓRICO EUROPEO


Esquema de los poderes del absolutismo


Es el siglo del absolutismo, donde los soberanos tanto católicos como protestantes, intentan adueñarse de todas las instituciones. Es más, comienza en este siglo una ciencia política que busca justificar el absolutismo: el rey debe poseer todo el poder para garantizar la seguridad de los súbditos. También se considera a este siglo como el siglo del nacionalismo religioso, del galicanismo y del jansenismo



De las tres fuentes de autoridad: Dios, rey y ley, una debe identificarse con las otras dos. El gran teórico es Bossuet[185] hace su propuesta: poder absoluto y centralizado; la división de poderes es la anarquía. El poder del soberano viene de Dios[186] solamente y no responde a ningún «pacto social». El rey es un enviado de Dios. La máxima expresión del absolutismo está en Francia y en su monarca Luis XIV.


La máxima expresión de absolutismo está en Francia y en su monarca Luis XIV, el famoso rey que dijo: «El estado soy yo». Hubo una gran identificación entre la iglesia católica, fuertemente protegida por la monarquía, y el monarca, que pasa a ser algo casi sagrado. La iglesia queda sometida al estado, lo que dejará de causar problemas en el futuro —galicanismo-.

Más tarde, se llegó a decir: «Lo que place al rey tiene vigor de ley» o «el príncipe no está obligado por la ley». Expresiones todas que favorecen el poder absoluto de los reyes. El rey recibe, pues, su autoridad de solo Dios y sólo ante Él tiene que responder de sus actos. Al rey le compete el supremo poder legislativo, jurisdiccional y ejecutivo; puede disponer de los bienes y de la libertad de sus súbditos. Éstos no tienen, con relación al príncipe, más que deberes y ningún derecho; porque la autoridad del príncipe no puede tener otros límites que su propia autoridad o su propia conciencia.



.Junto a este absolutismo también se desarrolla en este siglo una experiencia muy diversa en otros países de Europa, que marcará el desarrollo político de Europa: el parlamentarismo. En Inglaterra el gran teórico fue Hobbes. Propone que cada individuo debe renunciar a sus derechos para ponerlos en un monarca por un pacto. El poder no viene de Dios, sino de la sociedad y el monarca debe estar sometido a Dios y a la ley.



La corte de los Estuardo-
Cuando en Inglaterra —gobernada por los Estuardos- Carlos I se proclama rey absoluto, comienza una guerra que terminará ajusticiando al rey —1642-. Cromwell establece una república que luego se transforma en dictadura personal cuando disuelve el Parlamento. A su muerte en 1659 se llama a ocupar el trono a Carlos II. Sin embargo, las exigencias liberales no se ven cumplidas y en 1689 se expulsa a Jacobo II y se llama a gobernar a Guillermo de Orange de Holanda —Declaración de Derechos: el parlamento está sobre el Rey-.



La noción de pacto y de representatividad del parlamento es ya esencial a toda la teoría política moderna. El gran pensador inglés que le dará forma será John Locke.

Otra nación que caminará por la misma huella será Holanda. Se ha forjado en una lucha de rebelión contra Felipe II, rey de España, y rechaza todo poder absoluto. Era gobernada por una asamblea nacional. La autoridad debe expresar la voluntad de la mayoría, quiere Holanda, y la religión debe separarse del derecho.

Sin embargo, esta concepción está todavía muy empapada de ideas de la alta burguesía y de la aristocracia. No existe el concepto de la igualdad y se habla de «súbdito», no de ciudadano.

La guerra de los treinta años


Soldados en la guerra de los 30 años.

En este caldo de cultivo sucedió en Europa una terrible guerra: la de los treinta años.

Es la primera de las guerras europeas y se extiende desde 1618 hasta 1648. Comienza en Alemania ante el avance de la reforma católica —Bohemia era gobernada por Habsburgos austríacos-. Es la reacción del protestantismo alemán apoyado por el resto de Europa contra los Habsburgos hispano-austríacos.

Finalmente el imperio cae por la acción de Dinamarca, Suecia y especialmente de Francia: Westfalia en 1648 y Pirineos en 1659 jalonan la derrota hispano-austríaca. Las dos primeras entran con la guerra en el concierto de las grandes naciones europeas y Francia asume la hegemonía continental. Holanda es reconocida por España. Austria comienza su expansión hacia el este —formación del imperio austrohúngaro-; surge una nueva nación alemana: Brandeburgo, Prusia, que tanta importancia tendrá en el futuro de la nación alemana —génesis del dualismo alemán-. España se sume en una decadencia que finalizará con la entronización de un Borbón en el trono real, Felipe V, nieto del Rey Sol.

El atrasado imperio ruso comenzará a despertar a fines del siglo con el zar Pedro, el Grande, que intenta modernizar y occidentalizar la autocracia del este.

EL AVANCE DE LAS CIENCIAS EN EL XVII


Avance de las ciencias


La cultura del siglo XVII se sitúa en una perspectiva diferente de lo que había sido el pensamiento tradicional hasta el siglo XVI. La ciencia se fundamentaba en el argumento de autoridad; ahora comienza a aparecer en escena la ciencia experimental y racionalista que conduce a una nueva visión de la naturaleza y del hombre.

La universidad y las iglesias cristianas experimentan un cierto rechazo al cambio de las actitudes intelectuales. Luteranos, calvinistas y también católicos resienten esta nueva manera de pensar, que parece atentar contra la autoridad de la iglesia. Fue un grave error que en general la historia ha exagerado, pero que contribuyó a fomentar una mutua desconfianza en el nacimiento mismo del pensamiento moderno. El caso más famoso, como veremos, es el de Galileo.

NEWTON-
La astronomía y la medicina serán los dos puntales del desarrollo científico. Figuras señeras son Copérnico, Galileo, Kepler, Paracelso y Basilio. Personaje esencial en filosofía es Descartes en su búsqueda de un método de pensar: la duda metódica, la duda de todo juicio previo. Es el inicio del racionalismo y a fines de siglo habrá triunfado en todas las universidades que antes lo prohibieran.

En las ciencias, el padre del pensamiento moderno es Newton. En 1686 publica sus «Philosophiae Naturalis Principia Mathematica»; la ley de gravitación universal. El descubrimiento de que el universo obedecía a leyes matemáticas fue una brusca inmersión en la profundidad del universo. Junto a él, Leibnitz en Alemania.

Desde este momento la investigación y la experimentación son claves para entender el progreso científico de Occidente. Observatorios, microscopios, barómetros, termómetros...se multiplican por doquier.

martes, 10 de mayo de 2011

MOLIÈRE


Jean Baptiste Poquelin (Molière) nació en París en 1622 y falleció el 17 de febrero de 1673. Fue un dramaturgo y actor francés. Su seudónimo lo tomó en recuerdo del escritor francés Francois de Molière.

Nacido en el seno de una familia burguesa, hijo de un tapicero y camarista del rey, Moliere estudió en el colegio de Clermont y obtuvo el título de abogado, pero desde pequeño se sintió fascinado por el teatro.



En 1643 fundó la compañía del Illustre-Theâtre, en la que actuó, produjo y dirigió obras que recorrieron toda Francia. Al regresar a París puso en escena sus primeras obras: Las preciosas ridículas y Sganarelle.

Sus sátiras acerca de la corrupción de la sociedad francesa despertaron gran conmoción y su obra fue prohibida en los teatros; Molière fue tildado de “demonio en sangre humana”, por la iglesia católica. El estado francés le cerró sus puertas hasta que finalmente en el año 1669, el Rey Luis XVI le permitió presentar sus obras en público. Luis XIV le dio su apoyo y le permitió utilizar ocasionalmente el Petit-Bourbon e incluso, en 1661, el teatro del Palacio Real.

Duro crítico de las costumbres y los prejuicios de la época, emplea la comedia de caracteres y la farsa, para dar un tono popular a sus obras, las cuales soportan la acción del tiempo y divierten y entretienen hasta nuestros días, habiendo creado figuras que se elevan con valor de símbolos de la naturaleza humana.

Representando su última obra (El enfermo imaginario) sufrió una hemoptisis y murió en escena. Debido a su oficio de comediante, se le negó la sepultura cristiana. Gracias a la intervención del rey, se le pudo enterrar más tarde en el cementerio de Saint-Joseph.