martes, 27 de abril de 2010

EL “CRACK DEL 29” Y LA SEQUÍA.


  • Como ya sabemos a   principios de los años veinte, la terrible sequía, Dust Bowl, asoló el Medio Oeste americano.

  • Fue sin duda la peor catástrofe natural de la historia americana, infinitamente más dañina que el huracán “Katrina”, sobre todo en los estados centrales que pasaron años sin ver el sol de lo espesa que llego a ser la capa de polvo.


  • En “Las uvas de la ira”, John Steinbeck describió de forma impresionante cómo la sequía y ese polvo en suspensión llevaron a la ruina a unos desesperados agricultores que se vieron obligados a solicitar préstamos con el fin de intentar salvar sus granjas, pero al no conseguirlo tuvieron que abandonarlas con el fin de emigrar en masa hacia la soleada California.


  • Y ese constituyó el principio del verdadero desastre puesto que el incontrolable éxodo de los campesinos del Medio Oeste americano durante los años veinte provocó la crisis económica de principios de los treinta.


  • Actuó como un efecto dominó, ya que los agricultores abandonaron sus granjas sin pagar las hipotecas lo que llevó a los bancos agrícolas a encontrarse dueños de inmensa cantidades de tierras improductivas que nadie quería comprar, a la par que con una total carencia de liquidez.


  • Lógicamente fueron quebrando uno tras otro, y en su caída arrastraron a los bancos comerciales e industriales a los que habían solicitado préstamos.


  • Los desconcertados ahorristas temerosos de nuevas quiebras bancarias se dedicaron a invertir en una bolsa cuyos títulos comenzaron a aumentar de valor de forma injustificada en lo que no era mas que un juego de especulación sin la menor base económica fiable. Lógicamente un buen día la burbuja estalló en lo que se conoce como el “Jueves Negro” que dio origen a “La Gran Depresión” que llevó a una inmensa mayoría de los norteamericanos a la ruina, reduciendo el producto interior bruto del país a la tercera parte en menos de cuatro años.


  • Sorprende que la debacle de la primera potencia económica mundial fuera el resultado de una simple sequía, pero lo cierto es que las sequías nunca son simples. El ser humano puede resistir dos semanas sin comer, pero no sobrevive a dos días sin beber, y de igual modo los países, e incluso las civilizaciones, pueden soportar muy duras pruebas excepto una falta de agua cuyos nocivos efectos siempre perduran aunque no se advierta a simple vista.